Tras deleitar a todos con la belleza de las mejores camisetas de la historia mundialista, llegó el momento de «sufrir» la otra cara de la moneda: los uniformes que no se destacaron por la hermosura de sus diseños ni por la armonía de sus colores, sino por todo lo contrario. Los colegios británicos se dividieron frente al Código Rugby; mientras varios decidieron seguirlo, otros decidieron rechazarlo debido a que en ellos la práctica era no tocar el balón con la mano.